Lo que dispara un desencuentro entre amigas (#RomanticeAUnaAmiga parte 2)
¿Qué tienen en común mi amiga Carola, "Políticas de la amistad" de Derrida, la obra "Cuidate" de Sophie Calle y los disparadores creativos para escribir? Este chisme-ensayo.
Acerca de mí y mi sitio: Una cierta sabiduría es mi espacio personal de verborragia. Soy guionista, directora de cine, y estoy explorando otras formas de escribir. Es por eso que acá mezclo ensayo, chisme, teoría e introspección a lo diario íntimo. Si te gusta cómo escribo, ¡suscribite! Y seguime por mis otras redes: Instagram, Tik Tok, donde verás más contenido sobre mí y mis talleres de escritura en Villa Crespo, CABA, Argentina. También realizo mentorías y supervisiones de textos individuales, consultame.
Acepto tu cafecito para financiar mi producción de textos: aquí.
Después de escribir mi ensayo sobre la amiga que me ghosteó, pensé varias cosas.
Primero: me puse muy contenta de que resonara en tantas personas. A ver… no me alegra literalmente porque es un bajón el tema, pero al menos sabemos que no somos exagerados porque hay otros como nosotros (o quizás, estamos todos los exagerados acá juntos).
Por otra parte, seguí pensando en el tema, porque pensar mucho en algo no me cuesta tanto. Sobre todo, pensé en cómo un amigo que se aleja sin dar explicaciones nos invita, muy a nuestro pesar, a construir toda una narrativa en torno a eso. Las explicaciones ausentes activan algo en mi cabeza bastante parecido a una creatividad negativa. Culpas, motivos, personajes, escenarios, hipótesis. La verdadera triple T: Terapia, Tiempo, plaTa.
Como diría Diane en Bojack Horseman, el daño a veces solo es daño. Cuando tenés que duelar una amistad, quizás no haya mucho más que eso: duelar. Y sobre esto volveré más adelante, pero no pude evitar preguntarme (ah, quién era, Carrie Bradshaw): si estas situaciones construyen narrativas enteras con escenarios y personajes, ¿no se podrán analizar en sí como un hecho creativo? Y ustedes dirán:
En Argentina está la expresión: “hacerse la peli” o “comerse la peli”. Bueno, yo hoy les traigo una película personal. Esto es una invitación a llevarlos de la mano por ese film inédito que me hice en mi cabeza, y contarles mi proceso, con la esperanza de que aprendamos algo de eso y que, en lo posible, no me juzguen.
Será porque hay poco trabajo de guion, que trato de aplicar cosas de guion a cualquier cosa. O quizás escribir guiones o novelas tiene que ver con sublimar la vida propia, y yo hay cosas que quiero sublimar.
Tengo un ejemplo perfecto y un tanto debatible para esta tarea: la historia de mi amiga Carola y yo.
Érase una vez… ¿en Hollywood? No, en un bar palermitano entre covichos
Los sitúo: 2021, Buenos Aires, Argentina. Pandemia. Recién estamos volviendo a cierta potencial normalidad. Las salidas son pocas, pero muy preciadas. Es verano, noviembre. Hace un calor de cagarse. La gente está más tranquila, porque se supone que el virus es más de invierno, así que vuelve el chape, el calor de los cuerpos, las juntadas en quinchos. En los conciertos de música al aire libre, entre banda y banda, a los micrófonos le tira un spray rebajado al 70%. Vuelven también algunas salidas a sucuchos malolientes, pero donde se dejan las puertas abiertas mientras el chivo se entremezcla con el olor a alcohol en gel. En otras palabras, el aire sigue contaminado, y la gente se sigue muriendo un poco, pero lo social vuelve; de lo contrario, nos morimos nosotrxs por dentro.
Un amigo de nuestro grupo termina su tesis, y se gradúa por zoom. Para que no se quede en la soledad de su habitación, nos juntamos todos en un bar más tarde para festejar que se recibió de arquitecto. Él está feliz, realizado, recibido. Entre los amigos presentes, está Carola, una de mis más íntimas y cercanas amistades.
La comida en el bar es poca. Birra va, birra viene. Carola está contando sobre un chico con el que estuvo recientemente. Pedro, así se llama el más reciente chongo de Carola que la tiene loca de amor. A mí ya me contó esta historia hace dos días. Pedro me cae bien, e incluso tenemos amigos en común que corroboran que es un buen pibe (y con eso ya nos conformamos). Yo llego tarde a esa conversación en el bar.
– ¿Qué está diciendo Carola?– pregunto a mi otra amiga.
– Está hablando de Pedro– contesta.
– Ah, ya me contó, ahora vuelvo.
Carola se da vuelta con cara de fiera y grita cuatro palabras:
–MALENA, DEJÁ DE INTERRUMPIRME.
BOOM, DISPARO MENTAL. Me choco con una violencia en su respuesta que me toma muy por sorpresa y me desestabiliza inmediatamente, en un contexto en el que estoy bastante desestabilizada en general. No sé cómo describir la emoción que me invade. Algo en mí empieza a crear para entender, porque no logro hacer sistema con la situación. Dije disparo intencionalmente. Pienso en los disparadores creativos que doy en las clases para que mis alumnos escriban. Les digo: “usen esto, y desplieguen sensorialmente a partir de ahí”. El grito de Carola cuenta una historia. Se despliega en el bar, con bronca acumulada y leo algo de desprecio o altura. Antes de irme del bar, hago un comentario al respecto. Para qué. Carola responde irritada, segura y en un idioma que no entiendo: dice cosas como “tomá lo que te estoy diciendo”, “aprendé de esto”, “tenés que tomar tu parte”, “escuchá lo que te digo”. ¿De qué habla Carola? ¿Sobre nuestro vínculo? ¿Sobre interrumpir? No entiendo a qué se refiere, y eso le respondo: “no entiendo, si querés después me explicás mejor”.
Me voy a mi casa en un taxi con muchas preguntas y, obvio, no me aguanto, y la sigo. No se me va de la cabeza el tono, la gente incómoda alrededor, la injusticia de que no me explique qué hice y me trate con esa prepotencia injustificada. Estoy enojadísima. Le mando un mensaje furioso. Ella vuelve a repetir lo mismo: que “tome lo que me dice”, que “lea lo que me está diciendo”. ¿Será que la explicación del maltrato está en alguna parte y no la encuentro? ¿Estoy borracha? ¿Quizás escuché otra cosa? ¿Quizás ella pensó que dije algo que no dije? Ella asume que yo debería entender lo que pasa entre nosotras.
Back story: Carola y yo tenemos un vínculo muy íntimo. Nos vemos una vez por semana, viajamos mucho juntas, y hasta tenemos una playlist con temas que nos recuerdan a momentos del vínculo (cringe nivel 10000% pero creo que da una imagen clara del nivel de confianza). Por sobre todo, nos une en esa etapa de nuestra vida que ambas estamos muy frustradas con los varones y compartimos lo que une a la humanidad: odiar a la misma gente.
A partir de este hecho, se acaban las juntadas, dejamos de agregar canciones a nuestra playlist conjunta, y lo peor de todo, el verdadero duelo, la daga en el corazón: aunque compartimos espacios con otra gente, se acaba la intimidad de nuestra amistad.
Hipótesis: un disparador creativo
Un disparador creativo es una herramienta común de la escritura, un estímulo para disparar una idea, que luego se vuelve texto. Permite un punto de partida para asociar libremente e ir de los escenarios narrativos más simples, a otros un poco más complejos y ricos en sentido. Crea algo, en definitiva. Cuando no estás queriendo escribir una historia y, en cambio, solo querés vivir y estar tranquilo, no crea nada bueno.
Cuando Carola se alejó de mí y omitió las explicaciones, se abrió en mí una trama compleja.
¿Conocen esa obra de Sophie Calle, que se llama “Cuidate”, Take Care of Yourself, o en su versión original, Prenez Soin de Vous? En esa obra, Sophie toma como disparador creativo la carta escrita por un novio que la deja. La carta cierra con una frase: “Cuidate”. Esta obra constituye un compendio de opiniones profesionales enmarcadas y desplegadas por la galería. Diferentes especialistas mujeres diseccionan la carta en general, y ese “cuidate” en particular. Sophie no puede entender qué significa, entonces sublima todo aquello en la opinión de tantas otras personas.
Del mismo modo, “Malena, dejá de interrumpirme” se volvió mi “cuidate”. Cuatro palabras y una coma que van a quitarme el sueño entre el 2021 y el día de hoy. No sucede exclusivamente ni todo el tiempo, pero con la frecuencia suficiente para que sea un foco de ansiedad e ideas negativas persistentes. Me reprocho mucho no haber crackeado el código de la circunstancia. Me repito incansablemente esa frase en el cerebro, y le busco nuevos significados, imagino respuestas que no hubieron y conversaciones que no pasaron. Cuando se da la ocasión (y si no, la genero) me asesoro con algún amigo contándole todo lo que pasó detalle por detalle y le pido un feedback, como si fuera parte del writer’s room que tengo en mi cabeza sobre este tema. ¿Es una obsesión? Sí. Está totalmente sobredimensionado y me reprocho haberlo dejado crecer.
Hay varias formas de analizar un relato. Una posible, es como texto, subtexto, y relato secreto. Creo que esa clasificación es ideal para tratar de ir por todo este proceso creativo del mal.
Primer sentido: Literal. El texto. ¿Y si Carola simplemente quería terminar su anécdota sin interrupciones? Quizás su reacción fue más visceral de lo que hubiera querido, pero en el fondo, no había un significado oculto. Intento quedarme con eso, pero no puedo soltar los mensajes de ella, que sugieren algo más profundo, algo que yo debería darme cuenta sola y que no veo. Un segundo relato, como diría Piglia.
Segundo sentido: Sugerido. El subtexto. Si estuviese escribiendo una película voluntariamente, este nivel ya requiere una asociación libre un poco más fuerte. ¿A qué puede referirse Carola? ¿Qué me está queriendo decir en verdad, por debajo? Quizás fue algo anterior que hice. Quizás Carola siente que yo no la escuché hablar de Pedro lo suficiente, o mi feedback fue malo. Es ahí que recuerdo eso de que, apenas unos días antes, nos juntamos en mi casa como siempre, y hablamos del tema. Carola quería dejar a Pedro, y yo la disuadí. ¿Hice algo en otro plano que la lastimó? Imposible saber eso. Hay algo más. Debo ir hasta la profundidad de este asunto (dijo nadie nunca).
Tercer sentido: Lo profundo. La metáfora, la verdad secreta. Este es el subsuelo al que aliento a mis alumnos y a mí misma a llegar cuando escribo. Aclaro: no aliento a ninguna persona a acceder aquí rosqueando. La verdad profunda que encuentro es oscura y no necesariamente verdad. Que compartíamos el odiar gente o criticar cosas, y que entonces retroalimentábamos muchas frustraciones compartidas también. Entre ellas, no sentirnos elegidas por un otro, y por eso es hablar sobre una potencial pareja lo que nos rompió. Nos hundíamos juntas. ¿Nos hundíamos juntas? En ese caso, “Malena, dejá de interrumpirme” significaría, en el fondo, algo más terrible: dejá de interrumpir mi vida.
Cuarto sentido: afuera de la caja. El caos. La posmodernidad. El pastiche. Aquí se trata de pensar en profundidad hacia arriba, hacia abajo, hacia otros lados. Es muy bueno para crear obra y salir de un bloqueo creativo. Pésimo para conjeturar, suponer, y encontrarle respuestas a ideas obsesivas: ahí lo único que se te rompe, es la cabeza. Nada es posible, todo es posible. Pienso en todo, pienso en nada. Soy una pésima amiga. Quizás ya estaba enojada por otra razón y yo solo fui la gota que rebalsó el vaso. Tal vez haya interpretado mi actitud como indiferencia o falta de interés, o sintió que no la estaba escuchando ni validando lo que sentía, y se olvidó que ya habíamos charlado el tema. Quizás mi tono de voz y lenguaje corporal transmitieron algo que no quise decir. Puede que haya sentido que minimicé su enojo sin darme cuenta, o que haya proyectado en mí otra cosa.
¿Final?
En mi peor pico de ansiedad al respecto, le mando un mail totalmente arrastrado rogándole una respuesta, solo eso. Jamás me contesta, y me resulta muy cruel ese silencio. Decreto que ya no voy a ocuparme más del asunto.
Al tiempo, algunos amigos me comunican que soy yo la única que siente que está todo mal, que ella está todo bien. Mis amigos saben la verdad, pero no se las pido. Creo que padecí tanto esto, que si la respuesta fuera muy estúpida me enojaría por siempre con ella. Y quizás, si hice algo verdaderamente grave o que no vi venir, me sigue resultando injusto no haberlo podido saber antes. La verdad que tengo miedo también de que, pedir la respuesta, me devuelva una verdad sobre mí y mis amistades que no quiero escuchar. Tengo miedo que Carola haya tenido razón. No sé si es orgullo, o un deseo de cuidarme un poco de alguien que, consideré en aquel entonces, no me cuidó a mí.
Ella actúa normal. Va a mis eventos, va a mi cumpleaños, me escribe cuando un familiar mío está mal de salud. Yo la espejo, como esperando que, con esa mímica, se me pase finalmente el drama que me hice en la cabeza. Hasta me pregunto si yo me inventé todo este caos mental, al estar atravesada por otras cosas más dramáticas. Puede ser, pero también sé que al menos una parte de todo esto es real, porque la amistad siguió, pero la intimidad se perdió.
Como para terminar con algo más luminoso y que no parezca todo tan un bajón: un día, estoy comiendo una pizza en un bar, y reconozco en otra mesa a su pintor contemporáneo preferido. Tomo una de esas servilletas de bar que no limpian y una birome, y me acerco a su mesa. En un impulso, le pido que me firme la servilleta, para dársela a una persona que es muy fanática de él. El pintor firma y, después de preguntarme su nombre, escribe: “Con cariño para Carola, la amiga de Malena”.
Me la quedo mirando.
Unas semanas después, tenemos una actividad en grupo, y le llevo la servilleta del bar. Se la doy. Carola me dice que es de los regalos más lindos que le hicieron.
Bueno, sigue siendo medio bajón. Lo intenté. Ni me den tanta bola, soy medio exagerada.
Pienso, luego reescribo
Si estuviese escribiendo un texto y ya asocié lo suficiente a partir de un disparador, el paso a seguir es tomar todo eso que pensé, y reescribir. Limpiar lo que no sirve, elegir lo que quiero contar, o hacer una nueva versión de los hechos. En el caso de Carola y yo, creo que ese proceso se hizo solo y frenéticamente. Nunca dejé el material descansar en frío.
Pienso cómo Derrida diría que la amistad es, en sí misma, una gran suposición: una promesa sin garantías. Y creo que ahí está lo más delicado de este asunto de la amistad. Como no hay un contrato, no hay ciertas obligaciones. Como la de charlar las cosas, por ejemplo. A la vez, eso es lindo: saber que es un vínculo que puede transformarse. Que puede existir de diferentes formas.
También dije que solo queda duelar e intentar bajarse del drama. Eso me lleva a pensar en esa palabra, duelo. Lo cierto es que, en el caso de Carola, no estoy segura, cuando la veo, si es que estoy duelando el vínculo que ya no es, o si estoy en duelo constante con ella. La palabra duelo, curiosamente, puede ser un lamento, pero también puede ser una batalla, que puede ser silenciosa. En ambos casos, implica tener ese amor perdido o sin expresar atorado hasta el cuello. Podría volver a preguntarle, habiendo pasado tantos años, pero se siente tan viejo que la verdad… me da tremenda paja.
Derrida, además, cita a Aristóteles, quien anuncia quizás la idea más cornuda de toda la antigüedad: él dice que, en la amistad, es más importante amar que ser amado. Explica que es la única forma fáctica de saber que aquello - el amor - existe. El otro lado siempre es suposición o desconocimiento.
Para cerrar, vuelvo a las preguntas de mi primer ensayo:
¿Cómo se llama ese limbo melancólico, donde las amistades desaparecen sin rastro de los recuerdos y las anécdotas para poder revivirlas a través del diálogo o el encuentro, pero siguen vibrando en nuestro cuerpo? ¿Qué forma política hay para escribir amistades que se pierden? ¿Qué aprender de aquello preciado que se va sin rastro?
Cuando releía estas preguntas, pensaba: ¿qué carajo quise decir? ¿A quién le pregunto eso? ¿A ustedes? ¿A mí? ¿A mis amistades perdidas? Le escribo a un lector, sí, pero también a mi diálogo interno y a un otro que no contestó nunca, todo al mismo tiempo. Creo que en el fondo, la pregunta que conecta todo es: ¿Qué tengo que aprender de algo que duele?
Cuéntenme ustedes… quizás dispara hacia algún lado. 1
Acepto tu cafecito para financiar mi producción de textos: aquí.
Si te gustó este ensayo, quizás disfrutes de:
Si me buscás, tengo que empezar por el final
·Acerca de mí y mi sitio: Una cierta sabiduría es mi espacio personal de verborragia. Soy guionista, directora de cine, y estoy explorando otras formas de escribir. Es por eso que acá mezclo ensayo, chisme, teoría e introspección a lo diario íntimo. Si te gusta cómo escribo, ¡suscribite! Y seguime por mis otras redes:
Como siempre, recuerden, esto es autoficción. Puede haber cosas reales, cosas que no, puede haber una mezcla.
¡Marvillosa! Qué lindo encontrarte. Voy a estar atenta a lo que hagas. Me gustó mucho y me llegó profundo. Yo también tengo una historia sobre el fin del amor con una hermana de la vida. Y también tiene un manto de misterio al día de hoy.
Me encantó ♥️ pensé al tiro en un ex amiga que, sin yo tener idea de por qué, empezó a tener actitudes así conmigo. Un día lo hablamos, pero nada volvió a ser como antes.
Saludos y gracias por compartir!